miércoles, 12 de junio de 2013

La leyenda del origen de Roma


Hace más de veinticinco siglos que en las colinas de la actual ciudad de Roma comenzó a instalarse una población de pastores: los latinos. Vigilaban el tránsito por el río Tíber y su desembocadura, aprovechando también las posibilidades ganaderas de la zona. 
En el momento en que Roma nacía, otros pueblos más evolucionados ocupaban la península italiana. En primer lugar, los griegos, que a mediados del siglo VIII a. de C., fundaron ciudades prósperas y ricas en las costas de Sicilia y en el sur de Italia. Para los griegos este territorio colonizado del Sur de Italia será conocido como la Magna Grecia. 
En segundo lugar se encontraban los etruscos. Éstos se instalaron en la llanura central de la península italiana, entre los ríos Arno y Po, en la actual región de la Toscana. Desde allí ejercieron su dominio sobre amplias zonas de la península, ya que el Norte de Italia era rico en metales, mientras el sur de península lo era en cereales. Hay un misterio en torno a ellos; no conocemos ni el origen ni la lengua de este pueblo. Puede que llegasen por mar desde oriente hacia el siglo IX a. de C. 
Los etruscos se mezclaron con los primitivos pobladores de la península (ligures e italiotas) formando pronto la clase gobernante aristócrata. 
Sabemos que eran buenos agricultores y ganaderos, artesanos – sobre todo metalúrgicos o en el trabajo del vidrio- y excelentes comerciantes y arquitectos, visible esto último en las grandes obras de ingeniería que realizaron : fortificaciones, muros ciclópeos, caminos , drenajes o alcantarillados. Vivían en pequeños ciudades-estados independientes, cada uno de los cuales tenían por centro una ciudad, siendo gobernadas por un rey y un conjunto de aristócratas elegidos anualmente. 
La actual ciudad de Roma fue conquistada por los etruscos a principios del siglo VI a. de C.; casi se puede decir que fue fundada por ellos, pues transformaron la primitiva aldea de los latinos en una ciudad, al comprender la importancia estratégica de la misma tras dominar sus colinas y las salinas cercanas al río Tíber. 
Los etruscos dieron forma a la primera etapa de la historia de Roma: la Monarquía. Del 616 al 509 a. C., Roma estuvo gobernada por tres reyes etruscos que organizaron la sociedad, introduciendo muchas de sus costumbres (derecho de ciudadanía o la relación entre patrono y cliente, al igual que su religión que era semejante a la helena – culto a lo antepasados muertos y los ritos de adivinación del porvenir-) y de sus avanzadas técnicas. 
Bajo esa monarquía etrusca, Roma amplió sus edificaciones, y vio la construcción del templo del Capitolio, del Circo Máximo y de la Gran Cloaca de la ciudad. La caída del último rey etrusco, provocada por los conflictos sociales y el deseo de un mayor protagonismo de los aristócratas, abrió el período republicano de la historia de Roma. 
Sin embargo, este nacimiento no era muy elevado para los romanos así que buscaron un origen más noble. Para ello su historia se fundó en la leyenda de los orígenes de Roma. 
La más antigua tradición, recogida por Dionisio de Halicarnaso, nos habla de la presencia de los aqueos con prisioneras troyanas en el Lacio, que fundan la ciudad de Roma. Otras dos tradiciones creen que Roma fue una fundación aquea o troyana. 
En época republicana la tradición originó otras leyendas: una tomada por los mitógrafos griegos, que hacían a Eneas su fundador, y otra, de sentido nacionalista, que la creía fundada por los gemelos Rómulo y Remo, descendientes de Eneas. 
La leyenda troyana, recogida magistralmente en la obra de Virgilio “ La Eneida”, contribuyó a perfilar los orígenes míticos de Roma. Según esta leyenda, Eneas- el más valiente de los troyanos después de Héctor -, hijo del héroe troyano y mortal Anquises y de la diosa Afrodita/Venus, tras escapar de Troya y perder en el asedio a su mujer Creusa, se refugia en la montaña, llevando a su padre, Anquises sobre los hombros, a su hijo Ascanio, en brazos y a los penates de la ciudad, en las manos. 


Reúne a los rescatados en el monte Ida y funda una nueva ciudad. Pero su destino lo va a llevar al Occidente: Italia del Sur, Sicilia y Cartago. Allí es donde será recibido y amado por la reina Dido. Los dioses le ordenan que siga su camino, llegando a Cumas, donde se encuentra con la Sibila, que le anuncia nuevos peligros. Y se lo lleva a los infiernos a visitar a sus antepasados. Allí ve a los muertos que han faltado a su destino y ve también la morada de los bienaventurados, Anquises, su padre fallecido, le dice los secretos del universo. Eneas bordea las costas de Italia y llega a la desembocadura del Tíber. 



Más tarde logra llegar al Lacio, acompañado en su duro peregrinar por su hijo Ascanio, que adopta el nombre de Ilus (Ilión= Troya) o Iulus (antecesor de la “ gens”o familia Iulia a la que pertenecían Julio César y Octavio). El héroe troyano se casa con la hija del rey Latino, Lavinia, aliándose más tarde con el arcadio Evandro, que fundará en la colina Palatina la urbe o ciudad de Palantea, y lograrán reprimir así al pueblo de los rútulos que al frente de su caudillo Turno presionan a los troyanos. 
Por su parte Eneas fundará la ciudad de Lavinium – llamada así en honor a su esposa -, cerca de la desembocadura del Tíber y su hijo Ascanio funda la ciudad de Alba Longa. Sus descendientes que habían formado una dinastía, la albana, de hasta doce monarcas en dicha ciudad se enzarzan en luchas dinásticas. Procas fue uno de estos reyes y tuvo dos hijos: Numitor y Amulio. 
La hija del rey Numitor, llamada Rhea Sylvia, fue obligada por su tío Amulio, usurpador del trono de su padre y asesino del hermano de Rhea - y por lo tanto legítimo rey de Alba Longa – a hacerse sacerdotisa vestal, para evitar su descendencia, y poder ser por ella derrocado. Pero Rhea será amada por el dios Marte, y tendrá con él dos hijos gemelos, a los que tendrá que abandonar en una cesta en el río Tíber. Estos gemelos serán Rómulo y Remo

La cesta será encontrada por una loba, la cual amamantará a los pequeños y los protege llevándoselos a su cueva, la gruta del Lupercal, situada en la colina del Palatino. Finalmente los gemelos serán recogidos por unos pastores. El historiador romano Tito Livio nos narra así lo acontecido: 
“ Víctima de la violación, la Vestal, habiendo tenido un doble parto, invoca a Marte como padre de su incierta prole (...). La sacerdotisa atada, es entregada a la vigilancia, (el rey Amulio) ordena que los niños sean arrojados a una corriente torrencial. (...). Así cumpliendo la orden del rey, abandonan a los niños en la charca más cercana, donde ahora está la higuera Ruminal. (...) Sostiene la fama que, como el agua era poco profunda depositó en lugar seco la flotante cestilla en que los niños habían sido abandonados, una loba sedienta desde los montes que había cerca torció el camino hacia el llanto infantil y ofreció sus ubres a los pequeños, tan mansa que el mayoral del rebaño del rey la encontró lamiendo con su lengua a los niños. (...)".  



Tras descubrir el secreto de su nacimiento, Rómulo y Remo regresan a Alba Longa para matar a su tío Amulio y devolver el reino a su abuelo Numitor. Este les entregó territorios al noroeste del Lacio. Tito Livio prosigue contándonos la historia del origen de Roma con las siguientes palabras. 
“ Transferido así el reino albano a Numitor, a Rómulo y Remo les invadió el deseo de fundar una ciudad en los lugares en que habían sido criados”. 


Con esta leyenda los romanos consiguen aunar dos cosas. Son un pueblo descendiente de los latinos, pero además son descendientes a su vez de los gloriosos troyanos, y por extensión de una de sus diosas, Afrodita. Eneas, hijo de Afrodita, da a Roma un origen divino. Los romanos, “ el pueblo más religioso del mundo” (Cicerón, De natura deorum, II, 3,8), dicen ser los beneficiarios de las gracias de esta diosa.

Después de que Rómulo y Remo repusieron en el trono de Alba Longa a su abuelo Numitor, desearon ser independientes, y concibieron la idea de fundar una ciudad en el mismo lugar donde habían sido amamantados por la loba. Además la población había aumentado demasiado, incluso los pastores se añadían a los habitantes, y tanto Lavinia como Alba Longa se habían quedado pequeñas. Por eso no era descabellado buscar un lugar para una nueva ciudad. 
La primera dificultad se originó porque querían mandar los dos, Rómulo y Remo, y no había manera de saber quién era el mayor, ya que eran gemelos. La solución la buscaron en los dioses: harían sacrificios a las divinidades protectoras del lugar. Ellas, por medio de señales que indicaran su voluntad (lo que nosotros llamamos "augurios") designarían a uno de los dos como rey, y éste habría de dar su nombre a la nueva ciudad. 
Para recibir los augurios de los dioses, Rómulo eligió la colina del Palatino, mientras que Remo se colocó en la del Aventino, más al este y más cerca del río. Se cuenta que la señal se le apareció primero a Remo, ya que por su lado vinieron seis buitres. En el momento en que iban a anunciar que ya había ganado Remo, por la parte de Rómulo vinieron doce buitres, lo que hizo que sus partidarios lo tuvieran como una señal más importante. Ninguno de los dos dio su brazo a torcer, porque los dos se creían señalados por los dioses: Remo, porque había sido el primero en ver los pájaros; Rómulo, porque había visto el doble. 
Lo que comenzó con una simple discusión fue subiendo de tono hasta que los partidarios de uno y otro vinieron a las manos. En la pelea Remo fue golpeado y murió, pero la tradición cuenta esta muerte de una forma más épica, que es como sigue: Rómulo se creyó que había ganado y comenzó a realizar los ritos propios de la fundación de la ciudad: con un arado tirado por un caballo y un buey blancos hizo un surco que delimitaba la extensión de la ciudad. Éste era un rito propio de los Etruscos; por eso se dice que tal vez Rómulo y Remo eran de ese pueblo. A continuación empezó a levantar los muros que iban a rodear el Septimontium, o sea, las siete colinas de Roma. 

El lugar elegido para fundar la ciudad de Roma era el mejor. Estaba en un cruce de caminos: al lado del río Tíber, por donde se comunicaba con el interior, y en el centro de la península italiana, paso obligado para los que querían dirigirse hacia el sur. Además, al estar en siete colinas, estaba defendida de los posibles ataques de los otros pueblos. Las siete colinas de Roma son las siguientes: Capitolio, Aventino, Quirinal, Viminal, Celio, Palatino y Esquilino. 

La más alta de todas es la del Quirinal, que se levanta 69 metros sobre la llanura. Apenas levantaban las murallas unos palmos del suelo, cuando Remo tuvo la osadía de burlarse de su hermano y de la ciudad que estaba construyendo, y para demostrar que el motivo de su burla era real, saltó de un brinco las nuevas murallas. Esta actuación de Remo enfureció a Rómulo, porque veía que se estaba burlando de él, y que su autoridad quedaba por los suelos. Lleno de ira se acercó a Remo y lo atravesó con su espada al mismo tiempo que decía la frase para la historia: "Así haré en adelante con cualquiera que salte mis murallas". De esa forma Rómulo se quedó solo en el trono. 
La ciudad fundada recibió el nombre de su fundador, y se llamó Roma. Esto ocurrió un 21 de abril del año 1 de la fundación de Roma ("ab Vrbe condita" ), que corresponde con el año 753 a. C.

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